Llego a la dirección de Intermón Oxfam con mucha ilusión pero en un momento muy complicado. “A la cooperación le están dando de alma” me decían hace unos días. No se trata solo de la reducción de los presupuestos. Mensajes denigrantes dirigidos desde medios, políticos y líderes de opinión con fines y tácticas manipuladoras y un suelo político, que ha sustentado la cooperación al desarrollo que conocemos y que se está abriendo. La lucha contra la pobreza como objetivo, abordada desde un enfoque de derechos, se ancla en principios de equidad, cohesión social y universalidad. Esos básicos de identidad Europea que ahora están en cuestión, camino al calvario. ¿Nos olvidamos de la cooperación como política pública para dejarla en un residuo asistencial? ¿Dejamos que el foco del país en la crisis y sus efectos facilite enfrentar a los pobres de aquí con los de allí?.
Nos toca exigir liderazgo político y priorizar lo que hicimos menos en los tiempos que nos abrumó el crecimiento y que son imprescindibles cuando escuchamos que la cooperación es un “lujo” que España no se puede permitir en la situación financiera en la que está.
Debemos explicar mejor a la sociedad lo que evaluamos, aprendemos y logramos en nuestra acción humanitaria y trabajo de desarrollo, para rendir cuentas, sostener el apoyo social y denunciar el coste de la inacción. No se trata solo de las ONG para el desarrollo. Los últimos años he conocido mejor lo que hace la AECID en América Latina. Y su trabajo es en ocasiones más eficiente e innovador –por ejemplo apoyando la Cooperación Sur-Sur- que el de algunas grandes agencias que tenemos en alta consideración. Esto se sabe poco.
Tenemos que abrirnos más y conectar mejor causas, actores y mensajes. No cuidamos lo suficiente las alianzas y ahora estamos un poco más solos de lo que nos gustaría a la hora de defender aquello en lo que creemos. La crisis en España nos empuja con fuerza en esta dirección. Más allá de las distancias, las raíces y consecuencias de las crisis, pasadas y actuales, financieras, climáticas o alimentarias, tienen parecidos y conexiones. Llevamos años dedicados a la fiscalidad en otras regiones y ahora sufrimos descarnadamente la evasión y la creciente regresión de nuestro sistema tributario. El casino financiero global nos machaca a todos y los recortes siempre van en la misma dirección, la de atacar primero los derechos de los más vulnerables, sean inmigrantes sin sanidad, sean destinatarios de la acción humanitaria en el Sahel, y nunca a quienes acapararon rentas y jugaron al póker con el futuro de una sociedad.
Las ONGD tenemos experiencia en apoyar causas, en fortalecer a organizaciones que luchan por sus derechos sociales y sus medios de vida. Algunas hemos desarrollado capacidad de investigación, de incidencia y de movilización sobre las causas que defendemos. Desde nuestra identidad y trayectoria podemos aportar análisis, datos y ejemplos, sobre las raíces de las crisis y sobre las respuestas que las organizaciones y movimientos dan a las mismas. Y tenemos la responsabilidad de acentuar la denuncia sobre la fiscalidad, el acaparamiento de recursos y la especulación que conducen a un mundo injusto y desigual en un planeta insostenible.