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Manifiesto unitario por el 8 de marzo: Día Internacional de las Mujeres

Hoy, conmemorando el Día Internacional de las Mujeres, unidas en acción, desde el campo y la ciudad y desde la diversidad de nuestras identidades, denunciamos
con firmeza que no tenemos acceso pleno a nuestros derechos humanos y que la violencia se ejerce a diario sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras vidas: en las
calles, en las casas, en las instituciones públicas, en la política, en el campo y en la ciudad.

La violencia que se ejerce hacia nosotras es estructural, económica, física, psicológica y simbólica, y la ejercen muchos sectores de nuestra sociedad, y en
particular el Estado con acción directa o con ausencia de políticas. Nos violentan en las calles porque no tenemos seguridad cuando nos desplazamos
o cuando salimos a exigir nuestros derechos; las violaciones no son tomadas con seriedad por las instituciones públicas y cuando somos travestis o trans, nadie hace
nada: más de 50 compañeras trans fueron muertas en las calles desde 1989 y nadie fue juzgado ni castigado por estos crímenes.

Nos violentan en las casas, donde el abuso sexual a las niñas y adolescentes se evidencia en las impactantes tasas de embarazo en esta franja etaria, que hoy
ocupan un 20% de todos los embarazos, y donde la violencia doméstica e  intrafamiliar se ha cobrado, sólo en lo que va del año, siete asesinatos de mujeres
a manos de sus parejas o ex parejas. El feminicidio es una realidad lacerante en  nuestro país.

Nos violentan en el espacio laboral, donde nos acosan sexualmente, nos despiden  estando embarazadas o porque tenemos hijas e hijos pequeños y hasta nos exigen
fechas de menstruación, mientras se incumplen sistemáticamente las leyes  laborales para las mujeres. Si somos trans, ni siquiera tenemos oportunidades de
trabajo.

Nos violentan a las obreras y trabajadoras cuando nos explotan en el empleo  doméstico sin igualdad legal, en supermercados o en comercios que violan las
reglas laborales, en trabajos clandestinos en la confección sin mínimos derechos, o cuando desde nuestras voces decimos que somos trabajadoras sexuales y no nos reconocen. Y nos violentan porque las mujeres seguimos ganando menos por igual trabajo y porque no se valora el aporte del trabajo doméstico ni del trabajo de
cuidado a la economía de nuestra sociedad.

Nos violentan en nuestras propias tierras ancestrales cuando nos privan de ellas, nos expulsan y nos obligan, como indígenas, a vagar por las ciudades ante la
mirada discriminatoria de una sociedad que no nos reconoce como iguales, y nos someten a la trata y a la explotación sexual y laboral.

Nos violentan en las comunidades campesinas e indígenas, donde desde el agronegocio y con complicidad estatal nos fumigan a diario, produciendo
enfermedades en nosotras y en nuestros niños y niñas, contaminando nuestros cultivos, imputando y enviando a prisión a campesinas que luchan por un pedazo
de tierra donde criar sus familias, como en el caso de las mujeres presas sin pruebas por la masacre de Curuguaty y de las mujeres imputadas por luchar contra
las fumigaciones. Y nos violentan con la expansión de un modelo productivo de monocultivo que destruye nuestras posibilidades de alimentación sana y nos
expulsa de nuestras comunidades, dejándonos expuestas a la trata para esclavitud sexual en nuestro país y fuera de nuestras fronteras.

Nos violentan en el ámbito de la salud, donde somos maltratadas, discriminadas o simplemente ignoradas cuando acudimos a solicitar atención, revictimizadas
cuando recurrimos a los servicios porque nos violaron o nos golpearon y hasta debemos automedicarnos cuando nos rechazan por nuestras identidades sexuales.

Nos violentan cuando criminalizan el aborto, obligando a prácticas inseguras y clandestinas a miles de mujeres, y matando de esa manera a un promedio de 30
mujeres cada año, cuando en los establecimientos de salud denuncian a quienes llegan a buscar ayuda y cuando el sistema penal persigue a unas cuantas víctimas,
todas mujeres pobres y sin condiciones para defenderse.

Nos violentan por nuestra opción sexual, cuando desde una cultura machista, patriarcal y heterosexual se nos trata como anormales y se nos agrede porque
somos lesbianas.

Nos violentan cuando se invisibiliza nuestra existencia y se ignoran nuestros derechos como mujeres de la tercera edad, sin reconocer los aportes que hemos hecho y seguimos haciendo a la sociedad. También nos violentan si somos niñas, como si tuviéramos que esperar para tener derechos, y como jóvenes, cuando nos niegan oportunidades de trabajo, de formación y de autonomía.

Nos violentan como estudiantes, con una educación sexista y discriminatoria, privándonos de educación gratuita, laica y de calidad, así como de una educación
sexual integral que evite la terrible cifra de un 8,7% de nuevos diagnósticos de VIH en niñas, niños y adolescentes. Y nos violentan cuando por razones religiosas se
obstaculiza o impide que se aprueben leyes o políticas públicas que nos permitan poder gozar de nuestros derechos sexuales y de nuestros derechos reproductivos.

Nos violentan desde los medios de comunicación, transformándonos en objetos de consumo y venta, cuando nos ponen al mismo nivel de autos o cerveza en
publicidades con las que bombardean cotidianamente a nuestra sociedad.

Nos violentan desde la política, cuando masculinizan y monopolizan los espacios de poder político y nos excluyen de los ámbitos de decisión para nuestro país. Y
nos violentan en el ámbito judicial, cuando ni siquiera investigan las agresiones sexuales que sufrieron miles de nuestras congéneres durante la dictadura stronista.

Nos violentan con políticas de entrega de nuestros bienes, creando las condiciones para enriquecer a unas pocas personas, sumirnos más en la pobreza y cercenar
así el futuro de nuestros hijos e hijas. Y nos violenta el Presidente de la República con insultantes declaraciones que constituyen un atentado a la soberanía nacional
al ofrecer al país como una “mujer fácil y bonita”, o alentando a extranjeros a que  se “use y abuse del Paraguay”, denotando el absoluto desprecio a nuestra dignidad
y exhibiendo un pensamiento machista y misógino, que avala la violación de nuestros derechos y de nuestros cuerpos.

Porque el Paraguay es nuestro, nosotras lo construimos con nuestras manos, nuestras mentes, nuestra historia, nuestros esfuerzos y nuestros dolores,
queremos la plena vigencia de todos nuestros derechos y exigimos:

¡Basta de sojización, agrotóxicos, fumigaciones y expulsión campesina e indígena en el Paraguay!
¡Basta del modelo de producción que liquida nuestra soberanía, nuestro presente y el futuro de nuestros hijos e hijas!
¡Basta de criminalizar la lucha por la tierra y la lucha social!
¡Basta de feminicidios, de golpes, de violaciones, de abuso sexual y trata de mujeres!
¡Basta de publicidad sexista!

¡Basta de maltrato y discriminación en las instituciones públicas!

¡Reforma agraria integral ya!
¡Restitución de tierras indígenas ya!
¡Derogación de la ley de alianza público-privada ya!
¡Cumplimiento pleno de las políticas de protección para las mujeres trabajadoras y reconocimiento de las mujeres campesinas como
trabajadoras rurales!
¡Igualdad legal para el empleo doméstico!
¡Investigación y castigo a los culpables de asesinatos de travestis y trans!
¡Despenalización del aborto ya!
¡Paridad en el poder político de nuestro país!
¡Libertad a las presas y los presos políticos de Curuguaty!
¡Educación para la libertad, la autonomía y la no discriminación!
¡Políticas públicas efectivas y sostenidas para la igualdad, sin excusas!
En este Día Internacional de las Mujeres, recordando a las mujeres trabajadoras que fueron asesinadas por no
someterse a la explotación, decimos que estamos y continuaremos:
¡En la lucha, con derechos, sin violencia!
¡Ñaime ñorairõme, derecho reheve ha violencia’ ỹre!
Firman:
Aireana- Grupo por los derechos de las lesbianas; Asociación de Empleadas del Servicio Doméstico del Paraguay – ADESP; Asociación de Mujeres Artesanas Nivachei; Asociación Panambí Reta; Asociación Tatarendy; Asociación de Vendedores Ambulantes del Microcentro – AVICAM; Base Educativa y Comunitaria de Apoyo – BECA; Campaña por la Convención Interamericana de los Derechos Sexuales y los Derechos Reproductivos – Alianza Paraguay; Católicas por el Derecho a Decidir – CDD Paraguay; Central Unitaria de Trabajadores Auténtica – CUT-A; Centro de Documentación y Estudios – CDE; Centro Paraguayo de Teatro – CEPATE; Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer – CLADEM Paraguay; Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas – CONAMURI; Coordinación de Mujeres del Paraguay – CMP; Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Populares – CNOCIP; Departamento Mujer de Paraguay Pyahurã; Enlace – Centro de Derechos Humanos; Equipo Feminista de Comunicación – EFC; Estudiantes por el Derecho a la Educación; Federación de Mujeres del Paraguay – FMP; Foro por el Derecho a la Educación; Fundación Vencer; Kuña Pyrenda; Las Ramonas; Marcha Mundial de Mujeres, Capítulo Paraguay; Movimiento por el Derecho a la Salud – MDS; Organización de Mujeres Trabajadoras Sexuales del Paraguay «Unidas en la Esperanza» – UNES; Organización de Lucha por la Tierra – OLT; Panambi – Asociación de travestis, transexuales y transgéneros del Paraguay; Semillas para la Democracia; Secretaría de Género del Partido de la Participación Ciudadana – PPC; Sindicato Nacional de Trabajadores de Telecomunicaciones – SINATTEL; Sindicato de Trabajadores de Ande – SITRANDE; Unidas por un mismo ideal – OPUMI.

Manifiesto unitario final - copia pdf (1)_Página_1

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